viernes, 30 de julio de 2021

Neurociencia emocional: Teoría de la mente y neuronas espejo

Neurociencia emocional

Nuestro cerebro tiene tres funciones principales, para eso evolucionó. La primera es la supervivencia; la segunda es la adaptación a todo aquello que hacemos: estudiar, hablar, planear; también comporta otras características muy importantes, pues no se desgasta en aquello que no necesita, porque ahorra energía para lo realmente importante; la tercera le sirve para analizar el contexto y tomar siempre la mejor decisión, pues el cerebro ya viene preparado evolutivamente para ello.
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Carolina Gutiérrez de Piñeres1

** Carolina Gutiérrez de Piñeres Botero es psicóloga de la Pontifica Universidad Javeriana, doctor en Psicología con orientación en Neurociencia cognitiva aplicada de la Universidad Maimónides, magíster en Psicología jurídica y especialista en Psicología jurídica de la Universidad Santo Tomás. Es docente universitaria de pregrado y posgrado; supervisora de prácticas institucionales, públicas y privadas; investigadora científica; conferencista y escritora científica; voluntaria en instituciones públicas y ong apoyando trabajos con víctimas. Fundadora del Grupo de Neurociencia Cognitiva Aplicada de Colombia (gnac); miembro fundador de la Asociación Colombiana de Psicología Jurídica y Forense de la Unidad de Psicología Jurídica y Forense del Colegio Colombiano de Psicología y del Listado de Peritos del Colegio Colombiano de Psicólogos. Su experiencia e interés investigativos están centrados en Neurociencias cognitivas emocionales, afectivas y sociales y su aplicación a la solución de problemas, la Cognición social y Teoría de la mente; Justicia restaurativa, Psicología y Neuropsicología forense, Victimología, Criminología y Psicología del testimonio. 9 de abril de 2016. ____________________


¿Cómo se han desarrollado las neurociencias?

Primero encontramos las neurociencias cognitivas, que nacen de la psicología cognitiva y de las ciencias cognitivas (Preuss, 2004; Gazzaniga, 2008). La importancia de las neurociencias data de finales del siglo pasado y principios de este, cuando se destinó una gran cantidad de recursos para la investigación en el cerebro. Los psicólogos hemos estudiado neurociencias y neuropsicología, pero realmente empezamos a conocer el cerebro hace muy poco, porque antes esperábamos que alguien presentara una lesión cerebral o una demencia, para conocer el efecto de esa lesión en su comportamiento.

Un caso muy famoso fue el de Phineas Gage y, a la vez, uno de los hechos más lejanos en el tiempo. Esta persona era adaptada, productiva, sabía planear y era socialmente hábil cuando se desempeñaba como ingeniero de vías. Al utilizar dinamita para volar las rocas en la construcción de una vía, una barra de hierro que acomodaba se disparó y le atravesó el cráneo desde la parte de abajo y salió por el lóbulo frontal. Lo sorprendente del caso es que Phineas Gage siguió hablando, e inclusive llegó caminando a un centro de atención donde le extrajeron la barra, momento en el cual, aparentemente, no mostraba ninguna lesión, pues seguía viendo bien, caminando, y más o menos llevando una vida normal. El neurólogo que lo siguió tratando, al poco tiempo empezó a notar cambios radicales en su forma de ser: se volvió poco asertivo e impulsivo, no sabía planear, era desorganizado y comenzó a tener problemas referidos a la cognición social.

A partir de este caso observaron que la región del lóbulo frontal que estaba involucrada en ese tipo de actividades, como la planeación y el comportamiento social, era la corteza orbitofrontal. Casos como este tuvieron que ocurrir para saber que si se dañaban ciertas regiones del cerebro, ello se vinculaba con algunas funciones cognitivas, emocionales o comportamentales, pero era necesario esperar a que la persona falleciera para hacer una exploración del cerebro, lo que permitió ubicar funciones en regiones específicas del cerebro. Hoy este concepto ha evolucionado para hablar de los circuitos neuronales que participan en diferentes funciones.

Estados Unidos invierte una importante cantidad de recursos en aparatos para estudiar el cerebro, con técnicas de neuroimágenes como la resonancia funcional y la tomografía, entre otras, las cuales nos permiten explorar el cerebro en vivo y observar cómo funciona la persona cuando habla, mira o llora. Dichos avances datan desde hace poco tiempo.

También se invierte dinero en el denominado mapeo cerebral, a través del cual podemos ver cómo se conectan las neuronas, lo cual antes era imposible. Por ejemplo podemos conocer qué regiones tienen más dopamina o serotonina, porque realmente aquello que importa hoy no es la estructura, sino qué neurotransmisor se libera y si realmente este permite la función en una región determinada; por ejemplo, en el lóbulo frontal encontramos una gran concentración de serotonina que se afecta cuando se ingiere licor; de ahí que en este estado la persona presenta problemas para hablar, planear o tomar decisiones.

La inversión en esos estudios sobre cómo funciona el cerebro se concretan en la neurociencia cognitiva. Uno de los autores más importantes en esta área es el italiano Michael S. Gazzaniga (2008), pues casi todos los grandes estudios se han originado en su país de origen.

La inversión en esos estudios sobre cómo funciona el cerebro se concretan en la neurociencia cognitiva. Uno de los autores más importantes en esta área es el italiano Michael S. Gazzaniga (2008), pues casi todos los grandes estudios se han originado en su país de origen.

Luego surge la neurociencia social (Cacioppo & Bernstson, 1992; Cacioppo et al., 2002), que se había abandonado un poco, porque ya no interesaba tanto ver cómo piensa una persona como individuo, sino cómo el cerebro se ve afectado por el entorno; hasta hace muy poco tiempo se pensaba que el cerebro tenía una gran carga biológica de la cual dependía mucho. Hoy sabemos, por esos estudios avanzados en neurociencia, que en realidad nuestro cerebro depende entre un 10 % y un 30 % del aporte genético y entre un 30 % y un 90 %, evoluciona de acuerdo al entorno en donde se desarrolla la persona, porque el cerebro viene preparado para sobrevivir y adaptarse.

Un bebé no sabe dónde nacerá, si en una región caliente o fría, en un lugar acogedor o adverso, o en donde se hable español o ruso; el cerebro no solo puede estar programado genéticamente, sino que tiene que estar en capacidad de adaptarse a las circunstancias en donde le tocó nacer. Por eso, el cerebro de un bebé tiene muchas neuronas evolutivas, que se van muriendo a medida que crece, porque no puede tener toda esa cantidad de neuronas.

Dichas neuronas mueren para que queden solamente aquellas que necesitamos para sobrevivir y adaptarnos, y comienza un proceso más importante y es la gran cantidad de conexiones neuronales que hagamos. Cada conexión estará relacionada con la emisión de cierto número de neurotransmisores, por eso encontramos niños que crecen en situaciones muy adversas, quienes liberarán más o menos serotonina o dopamina, que les permitirán reaccionar ante situaciones de violencia y así sucesivamente. De ahí la gran importancia del conocimiento sobre cómo el cerebro se vuelve social y empieza a relacionarme con otros o cómo influyen los otros en mí. Lo último que surge con interés de estudiar son las emociones y el afecto; todos estos aspectos muestran una evolución y están integrados. Esto deriva en aquella frase de René Descartes: Pienso, luego existo, porque antes pensábamos que era más importante pensar que sentir.

Más adelante, William James (1884) estudia el cerebro, y tiene una frase muy interesante que dice: No lloramos porque estamos tristes, sino que estamos tristes porque lloramos; dicha frase, como comparación, deriva en los estudios actuales de Antonio Damásio (1996), quien afirma: En realidad nosotros sentimos, luego existimos, porque él se da cuenta de que lo más importante no son las cogniciones, sino las emociones; es decir, es el sentir el que nos lleva a pensar. Por eso esta concepción es tan importante, pese a que aún no están muy avanzadas las neurociencias emocionales; de hecho, traté de buscar libros que se titulen neurociencia emocional, así como aparecen los de neurociencia cognitiva, y no encontré muchos, pero sí de neurociencias afectivas, pues las emocionales apenas empiezan a estudiarse.

La neurociencia emocional

Antonio Damásio ha escrito varios libros y en estos muestra la importancia de las emociones, en las que nos apoyaremos en nuestra exposición, porque estas derivan en la teoría de la mente y posteriormente en las neuronas espejo

Podemos afirmar de manera simplista que las emociones son un conjunto de respuestas químicas y neuronales, pues todo se reduce al cerebro. En ello estoy de acuerdo con Rodolfo Llinás, porque nuestro cerebro es todo; es decir, hoy, quien no sepa de neurociencias desde la psicología, no sabe nada, y pido perdón a los clínicos, porque la realidad es que si no descubrimos primero la base neurobiológica, difícilmente podremos hacer una terapia.

Las investigaciones en las que más trabajo son psicología jurídica y neuropsicología jurídica, con personas violentas que cometen delitos. Siempre que encontramos una persona que cometió un delito, solemos juzgarla, pero los estudios en neurociencia nos han dicho que muchas de estas personas, por ejemplo los maltratadores en el hogar, presentan daños cerebrales muy pequeños, que los llevan a ser violentos. Sin embargo, tratamos las violencias sin hallar el origen y así es muy difícil encontrar soluciones. Por eso es fundamental saber que en nuestro cerebro ocurre todo lo importante, y que es preciso cuidarlo, alimentarse bien, hacer ejercicio.

Antonio Damásio (1996), que es quien más ha trabajado las emociones, se refiere al denominado marcador somático, del cual parten sus estudios. Plantea que nuestro cerebro empieza a reaccionar frente a todo aquello que nos sucede y genera una marca en nuestro cuerpo; por eso, cuando vemos ciertas personas, nuestro cuerpo se alegra o, si estamos en ciertas situaciones, se pone ansioso, lo cual en psicología cognitiva se conoce como ansiedad, fobia; el cerebro nos muestra cómo se produce algo y hace que ciertas situaciones nos ocasionen, primero, una respuesta corporal y, después, una respuesta cognitiva (Bechara & Damasio, 2002; Bechara, Damasio & Damasio, 2000; Bechara, Damasio & Damasio, 2003; Bechara et al., 2001).

La emoción es la respuesta física, química, neuronal, y el sentimiento es el nombre que le atribuimos a esa respuesta o conjunto de ellas. No hay minuto en el que no tengamos emociones, pero no las nombramos, porque creemos que son pocas, como tristeza, alegría, felicidad. Emoción es todo aquello que se percibe, la reacción de nuestro cuerpo es una emoción y esta nos lleva a pensar, a darnos cuenta en dónde estamos, qué queremos y a tomar decisiones.

No siempre tengo que preguntarle a la persona: ¿Cómo estás?, porque su cuerpo, su cara y tono de voz, me pueden indicar cómo se encuentra, pero también es importante que a veces le pregunte, pues hay quienes se ríen, aunque en realidad están tristes, lo cual corresponde con la conocida teoría de la mente.

Es importante que la emoción se refleje en nuestro cuerpo, en nuestra cara, así como en el tono de voz, para podernos comunicar con los otros; pero no siempre el otro lo sabe, porque el sentimiento es una respuesta subjetiva, y soy yo quien le pongo ese nombre a lo que siento, y en nuestro cuerpo cada emoción tendrá una representación diferente.

Las emociones tienen principalmente tres funciones: Adaptativa, social y motivacional. Supongamos que hay una fila enorme en un restaurante y tengo mucha hambre, ¿quién tendrá más éxito en alcanzar la meta de comer?, ¿la persona calmada o la agresiva? Quizás en esta situación quien está agresivo lo logra, pues la agresividad la hemos visto como algo negativo, pero todas las emociones sirven para nuestra supervivencia y adaptación; es decir, todas son buenas, no hay ninguna emoción que sea mala, solo tenemos que aprender a expresar esa emoción en las situaciones correctas.

¿Cómo tendré más éxito ganándome una buena nota?, ¿peleando con el profesor o siendo asertivo? Siendo asertivo; en ese caso la agresión no es útil; es decir, las conductas tienen éxito dependiendo de la emoción. Otro ejemplo está en el deporte: si a alguien que juega fútbol lo entreno en relajación antes de comenzar un partido, aquello que logro es que esté pasivo, calmado, pero ese jugador necesita estar activo, con un cierto grado de agresión para patear el balón. Estos ejemplos ilustran que debemos tener la emoción adecuada, en el momento adecuado.

La función adaptativa de las emociones nos sirve para preparar al organismo en ejecutar eficazmente la conducta exigida. Un ejemplo de ello se aprecia en la película Los juegos del hambre (Collins, 2008), en la que nos muestran cuándo la conducta es adaptativa o no lo es, o nos permite acercarnos o alejarnos de la meta; si nuestra emoción nos dice que no seré capaz de afrontar una situación, la respuesta de mi organismo será alejarse; por esto siempre reaccionamos de tres maneras: lucha, huida o quietud, dependiendo de la emoción que sea más necesaria.

La función social nos permite mostrar la emoción más apropiada en el momento adecuado, pero hay gente que es incapaz de ello y por eso los denominamos poco asertivos, porque pelean cuando no tienen que hacerlo y están calmados cuando deben estar agresivos; por lo tanto, en asuntos terapéuticos nuestro objetivo sería que la persona logre mostrar sus emociones adaptadas socialmente para aquello que le sirvan.

La función motivacional es como si la emoción fuera una batería que me permite hacer cosas, y aquello que hace la emoción es que le da energía a la conducta y al pensamiento, por eso las emociones son tan importantes.

Las emociones tienen unos componentes; primero, presentan unas características que nos permiten saber su estado, porque están marcadas por la expresión no verbal: la posición del cuerpo, la expresión de la cara y el tono de la voz. Cuando uno está bravo, el tono de la voz suena más irritante que si está feliz, y también esta emoción estará marcada por la velocidad con la que se habla; fíjense que una persona ansiosa habla más rápido que una que está tranquila. Esas características le permiten a quienes rodean a esa persona que muestra una emoción cómo actuar frente a ella; si no tuviésemos esta capacidad, podríamos ser muy imprudentes. Las emociones también tienen una actividad fisiológica asociada, puede pasar que el cuerpo o el corazón, estén más acelerados, o que la respiración sea más lenta, que suden las manos.

Es importante saber que a cada emoción se asocia un proceso cognitivo. Fíjense que cuando uno está feliz, es más activo; cuando algo me pone contento, puedo mantener la atención; cuando asisto a una clase, aburrida, monótona, y además estoy triste, ¿creen que me puedo concentrar en esa clase?, no. A la experiencia subjetiva le pondremos un nombre, y es el sentimiento; cada conducta, cada emoción tiene un objetivo, porque nos dirige hacia algo. Esto indica que la emoción es importante hasta en la lectura, si ustedes leen un texto sin emoción, no podrán entender aquello que leen.

Hoy en día podemos concluir de las neurociencias emocionales que las emociones son la base de todo, sin ellas, como decía Antonio Damásio, no somos nada: no tomamos decisiones, no logramos metas, no nos relacionamos. Para una gran cantidad de científicos las emociones están primero que las cogniciones; de hecho, hoy no se puede hablar de inteligencia sin emoción; sobre esto existe un debate y es que no puede haber personas que sean tan inteligentes sin ser emocionalmente buenas; es decir, se necesitan las emociones para ser inteligente, porque sin emociones no se logran metas, no se pueden planear bien las acciones.

Cognición Social

No puedo referirme a la teoría de la mente sin abordar primero la cognición social; debemos reconocer nuestras emociones y las de los otros para poder hablar, transmitir un mensaje, trabajar en equipo, aprender; para todo ello necesitamos las emociones y estas nos marcarán un comportamiento social que denominamos cognición social.

La cognición social empezó a estudiarse primero en animales, cómo era su comportamiento social, cómo establecían jerarquías, cómo un león era el macho alfa de una manada; actualmente se estudia en humanos. Podemos afirmar que la cognición social es un proceso neurobiológico, porque incluye la liberación de hormonas, la transmisión de neurotransmisores, pero también es un proceso psicológico y social, por medio del cual se perciben, se reconocen y evalúan los eventos sociales, para adaptar nuestro comportamiento a ese reconocimiento social.

El cerebro adapta nuestro comportamiento a las situaciones sociales, si no podemos hacer rápidamente esa lectura de las emociones socialmente, terminaremos equivocándonos; por ejemplo, si alguien llega a un funeral y todo el mundo está llorando y ese alguien empieza a hacer chistes es porque falla su cognición social, porque en ese entorno no sabe leer qué está pasando..

La cognición social es importante, porque permite que generemos una respuesta más adecuada al momento y al entorno en donde estamos, y estará regulada por la percepción y el estilo atribucional; es decir, por nuestros aprendizajes previos; aquello que a mí me hayan enseñado sobre los otros. Cuando veo a alguien, lo atribuyo a un estado emocional y a partir de esto es que me relacionaré con esa persona; en el ser humano esto es muy importante, pues se considera una competencia; es decir, es algo que nos permite ser sociales, pero también lo podemos desarrollar, lo cual en términos pedagógicos es fundamental, porque nuestra pedagogía se ha centrado en trabajar la parte de los aspectos cognitivos, en enseñarle al niño a sumar, restar o a aprenderse de memoria los ríos de Colombia. Rodolfo Llinás, en alguna conferencia, dijo: “A mí me tocó aprenderme los nombres de los ríos de Colombia de memoria y eso después para qué me sirvió, si igual llegaba a alguna región y no tenía ni idea cuál era”; entonces, eso le sirve a uno para llenarle la cabeza de conocimiento que a veces no tiene ningún sentido.

A mis estudiantes en clase les digo: “Esto que les voy a decir solamente les sirve para que llenen un crucigrama”, porque para nuestra vida no nos sirve de nada, pero creo, en cambio, que las matemáticas sí son muy importantes, porque nos enseñan pensamientos lógicos y, a su vez estos nos ayudan a lograr mejores relaciones sociales.

sten conceptos que cuando se aprenden de memoria no tienen sentido y ello es porque no se relacionan con nuestras competencias sociales. Por esto, nuestra formación pedagógica hacia los niños y adolescentes debería estar muy equilibrada con las competencias sociales; deberíamos privilegiar más esa parte, por ejemplo, a través del arte, del trabajo en equipo. La cognición social tiene componentes: el primero sirve para que la persona sea capaz de identificar, expresar y manejar emociones consigo misma y con los otros. Puedo sentir mucha rabia en un momento, pero no pelear con todo el mundo, tengo que aprender a respirar, a decir que este no es el momento. El segundo componente, que abordaré más adelante, es la teoría de la mente; para estudiarla, primero tenemos que asimilar la Cognición social. El tercer componente es la empatía, que es, según la analogía, ponerse en los zapatos del otro, lo cual claramente nos permite interactuar con los otros; si no somos empáticos, no podríamos hablar con las otras personas. El cuarto componente son los procesos sobre mí mismo: autoconocimiento, autoestima, todo aquello que tenga que ver conmigo es un componente de la cognición social. En este contexto pongo como ejemplo la importancia de la identificación, expresión y manejo de las emociones, en un pasaje de la tira cómica de Mafalda:

F1

Esto demuestra cómo los tonos de las canciones son parte de la identificación de la emoción; puedo escuchar una canción y no entender la letra; por ejemplo, si la cantan en ruso o en inglés, pero sé si la canción es triste o alegre por el tono de esta. Noten que tan importante es la capacidad de reconocer las emociones.

A los niños pequeños les es más difícil la cognición social, pues es una competencia que poco a poco se aprende; si esto lo supieran los papás y los profesores, a los niños más pequeños no los maltratarían tanto. Es un tema básico para manejar el maltrato, porque el niño todavía no tiene la competencia de la cognición social para entender su expresión verbal; al niño hay que esperarlo, requiere más tiempo y como adultos necesitamos más paciencia para trabajar con ellos. Otro ejemplo, también con Mafalda, está dado por una expresión facial:

F2

Esto nos muestra la empatía, pues más o menos la interpretación de Mafalda es: si yo fuera grande, no me gustaría hacer lo que tú haces, por qué no haces algo, y le da tristeza ver a la mamá que se la pasa todo el día haciendo oficio.

En la cognición social, además, subyacen unas estructuras cerebrales relacionadas con ella; encontramos, por ejemplo, zonas, regiones de la corteza frontal, prefrontal, regiones del sistema límbico. De hecho, podríamos decir que casi todo el cerebro está involucrado en la cognición social, bien sea para poder desarrollar una teoría de la mente, para hacer una atribución, tener empatía y reaccionar socialmente.

No me referiré a cada estructura, porque en realidad no hay una única estructura relacionada con la empatía, sino que el cerebro activa un circuito para que seamos empáticos; por eso a veces las técnicas de neuroimagen fallan, porque se activa una región; por ejemplo, se pone más rojo o más verde una región del cerebro y, los que somos menos expertos en esas lecturas tecnológicas, pensamos que esa es la región que se relaciona con la empatía, pero resulta que en esa región hubo mayor actividad, pero no significa que no haya otras regiones del cerebro en donde también haya actividad. En realidad, comportamiento, sentimiento y cognición están involucradas en un circuito que se activa para que nosotros podamos hacer, sentir y pensar.

Teoría de la mente

Dijimos que un componente importante de la cognición social es la teoría de la mente, la cual tiene muchas definiciones, pues no hay un solo consenso sobre qué es, ya que también se le ha definido como mentalización o como lectura de la mente; en concreto, se denomina teoría de la mente a la capacidad que tiene nuestro cerebro para leer el cerebro de otra persona. Se le define como una habilidad heterometacognitiva, y más complejo es cómo el primer sistema cognitivo logra entender que el otro sistema cognitivo es diferente al de él.

Esta teoría nos sirve para comprender y predecir la conducta de otras personas, en tanto entendamos que cada persona tiene intenciones, creencias, sueños, ideas, y actitudes que son propias y diferentes a las nuestras; se llama teoría porque en realidad aquello que hacemos es construir una hipótesis sobre aquello que el otro piensa, siente, hace y le atribuimos una definición a esas intenciones; por ejemplo, puedo saber, cuando alguien metió la pata, pero no lo hizo con mala intención o cuando alguien dice algo para dañarme, según el tono de la voz. A esto se le denomina teoría de la mente, a la capacidad de entender que los otros tienen intenciones y creencias que son diferentes a las nuestras.

Sobre dicha teoría existe un gran debate; es decir, todavía no sabemos mucho sobre ella, pues hay quienes afirman que todos los componentes se desarrollan de una vez, y otros opinan que dichos desarrollos son progresivos. Las teorías más fuertes consisten en que el nivel de complejidad es paulatino, y que hay varias maneras de evaluarlo por medio de tareas de creencias de primer y segundo orden. Por ejemplo, a través de la comprensión de metáforas, ironías, metidas de pata y de lecturas de emociones; estas son algunas de las maneras en las que logramos mirar cómo evoluciona y se vuelve más compleja esa teoría de la mente. Al respecto, expongo otro ejemplo de Mafalda, quien está leyendo en el periódico la frase: La vida comienza a los 40; y ella dice:

- Entonces, ¿para qué cuernos nos hacen venir con tanta anticipación?

Es claro que también nos preguntamos lo mismo, tengo más de cuarenta y me digo, para qué me tocó vivir todo lo que he vivido, si ahora estoy en lo mejor de mi vida, pero esto quiere decir que solo es una expresión que Mafalda toma literal, lo cual es un ejemplo para mostrarles que la teoría de la mente nos permite entender cuándo una expresión es literal o simboliza algo de aquello que decimos para expresar una cosa diferente a la realidad.

La teoría de la mente también tiene unas estructuras cerebrales asociadas. Las que más se asocian son las amígdalas cerebrales, la corteza frontal dorsolateral, el giro frontal; existe una serie de estructuras en las que cada una se va a relacionar, por ejemplo, con el reconocimiento facial de las emociones, con la empatía. Para saber cuál es el estado de desarrollo de una persona frente a la teoría de la mente, usamos tareas de historias y aquellas que tienen que ver con la lectura de las emociones, o bien sea, la lectura en la expresión facial, en los ojos o la expresión corporal. Una de las tareas que más encontramos en todas las investigaciones es el Test de Sonia y Ana —nombres que utilizo para adaptarlos a Colombia—, pero el original se denomina Test de Sally y Ann. Veamos la historia:

Sonia tiene una muñeca y una cuna, Ana tiene una caja; Sonia guarda la muñeca en la cuna y se va, Ana está mirando lo que hace Sonia y cuando Sonia se va, Ana coge la muñeca que está en la cuna y la pasa a la caja. Cuando vuelve Sonia, la pregunta es: ¿dónde piensa Sonia, que está la muñeca? En la cuna, porque fue allí que ella la dejó. ¿Dónde está realmente el objeto? En la caja.

Luego viene una segunda historia, similar, pero en esta oportunidad Sonia se queda escondida detrás de una puerta, viendo que hace Ana. En esta oportunidad las preguntas son: cuando Sonia regresa ¿dónde piensa Ana que Sonia buscará la muñeca? Piensen en la pregunta que es más compleja, ¿dónde piensa Sonia que Ana piensa que Sonia cree está la muñeca? En la cuna. ¿Dónde está realmente la muñeca? En la caja.

A esto se le denomina tarea de primer y segundo orden; de primer orden, porque en este caso ustedes están observando esto, entonces, tienen que pensar por Sonia, no por ustedes. Los experimentos dicen que los niños más pequeños no pueden diferenciar entre lo que ellos están viendo y piensan, de aquello que se piensa de la muñeca. Estos responderán que está en la cuna; a veces se producen esos errores por un problema de no poner atención y, a veces, falla la memoria.

Por lo tanto, uno no recuerda, no entiende bien la pregunta, pero la respuesta correcta sería: Sonia piensa que la muñeca está en la cuna, porque fue donde la dejó, pero los pequeños, hasta los tres años, responden que está en la caja, porque recordemos lo dicho, los niños no han desarrollado todavía un pensamiento abstracto, sino que tienen uno concreto y expresan de acuerdo a lo que ven, no sobre lo que piensan otros; en ellos este proceso es muy complejo.

En el segundo caso, que se denomina creencia de segundo orden, ya no solo tengo que diferenciar lo que yo pienso que Sonia piensa, sino en lo que Ana piensa que Sonia piensa, y uno podría hablar así de procesos de tercero y cuarto orden. En realidad no sé lo que piensa el otro, solo lo intuyo, porque tengo una teoría en la mente; digamos que esta es la tarea que se utiliza en el mayor número de experimentos, y siempre se incluyen tareas de primer y segundo orden. De acuerdo con las investigaciones, el nivel más simple del desarrollo de la teoría de la mente es que yo sea capaz de diferenciar que lo que yo pienso es diferente de lo que el otro piensa.

Un segundo momento corresponde a la lectura de la expresión, que se inicia con investigaciones de Darwin (Hegarty, 2011), quien trató de simular en el laboratorio las expresiones de ciertas emociones. A un grupo de personas se les pedía que escribieran qué expresión representaba una emoción o el sentimiento de cada cara; esto se lo aplicó a una gran cantidad de personas y observó que la mayoría de ellas coincidían más en las expresiones que denotaban temor, sorpresa, felicidad, tristeza y furia; en el resto de expresiones se presentaba un poco más de disparidad. Un problema de esto, el mismo de hoy en día, es que en los laboratorios es muy difícil evocar emociones naturales que no sean las básicas. Como tenemos una gran cantidad de emociones, es muy difícil simularlas en el laboratorio, pero esto ha llevado a que desarrollemos varios test sobre el reconocimiento de la expresión.

Existen textos de neuropsicología de la percepción y de la expresión facial de emociones; estudios con niños, primates; expresión y reconocimiento de emociones. Simon Baron-Cohen et al. (2001), neuropsicólogo que ha estudiado con mucho juicio el autismo, desarrolló varios test que se aplican no solo a personas con autismo, esquizofrenia, con lesiones del lóbulo frontal y demás, sino a personas sin trastornos, pese a que es un error considerar el autismo como un trastorno, ya que es una condición de una persona.

Baron-Cohen desarrolló el denominado Test de las miradas; solo me referiré a partes de este. Lo denominó así porque en sus investigaciones encontró que realmente el mayor indicio de la verdadera emoción de una persona se expresa en la región de los ojos; él, por ejemplo, tapaba los ojos y observaba que a veces la persona se ríe, y uno dice, no me convence, esa risa parece falsa, y es porque los ojos no cambian la expresión, y en realidad muestran si uno está molesto o triste.

El test consiste en lo siguiente: Se muestran al participante una serie de rostros y se le pregunta cuál es el sentimiento que esta mirada refleja; por ejemplo, esta persona está celosa, relajada, con cara de odio, asustada, es hombre o es mujer; esta última pregunta es para descartar a las personas que tienen la prosopagnosia, es decir, dificultad para reconocer los rostros, porque si no puede reconocerlos, tampoco podrá conocer la emoción. Este test se les aplica a personas con demencia frontotemporal, con la variante frontal, esquizofrenia, y para muchas de ellas existe una gran dificultad.

Cuando cursamos las asignaturas de evaluación de personalidad o evaluación neuropsicológica, casi nunca nos enseñan a evaluar la cognición social o la teoría de la mente, que son muy importantes porque nos permiten realizar diagnósticos diferenciables. Lo mismo ocurre en mi trabajo con población delincuencial, pues no todos los delincuentes son psicópatas, y los estudios muestran que estos tienen una dificultad en reconocer la emoción en la mirada y en la expresión corporal, y por esto actúan frente al otro. De ahí la importancia de la cognición social y la teoría de la mente, porque de alguna manera sirven de inhibidores de la conducta. Una segunda postura, contraria a estos estudios con psicópatas, es que parece que fallan en la lectura de la expresión emocional; por lo tanto, no hay un inhibidor de la violencia. Otro estudio afirma que pareciera que los psicópatas tuvieran otra lectura inversa de ciertas emociones; es decir, cuando la persona tiene cara de susto, ellos la leen como cara de placer, creen que están disfrutando; una tercera línea de estudios dice que las personas con psicopatía son exageradamente buenos para leer las emociones y que por eso las aprovechan a su favor, para saber qué tipos de víctimas elegir; fíjense que un psicópata, que es un asesino serial, no escoge a cualquier víctima, y no todas estas caen, sino aquellas que aparentemente son más vulnerables.

Esto se ha aplicado, por ejemplo, en situaciones de acoso (bullying) en los colegios; al respecto existen dos posiciones; una, que esos niños fallan en la teoría de la mente, en la cognición social, en empatía, en el reconocimiento de emociones, en la comprensión de las intenciones, creencias y pensamientos de los otros; y dos, que son exageradamente buenos en reconocer las emociones de los otros. Creo que cuando tenemos niños que hacen bullying es necesario estudiar en qué son mejores o peores; si tienen dificultades para reconocer o son muy buenos en hacerlo, a partir de ello es necesario trabajar con ellos.

Si es un niño al que le cuesta trabajo reconocer las emociones, debemos trabajar su capacidad para reconocer las ironías y otras las emociones, y esto seguramente tendrá un impacto sobre la disminución de la conducta agresiva; pero si este niño es mucho mejor que los demás leyendo emociones y usa esa lectura a su favor, no le podemos enseñar a leer mejor las emociones, porque se volvería más agresivo.

Lo mismo sucede en los trabajos con personas privadas de las libertad y que han cometido delitos, imaginemos enseñándole a un psicópata habilidades sociales, o enseñándole a un ladrón asertividad. Estos estudios nos dicen cómo intervenir, y que no podemos realizar intervenciones generalizadas; es necesario separar a los que tienen debilidades en cognición social de los que tienen demasiadas habilidades o competencias en esta y trabajar por separado.

Lo anterior también se aplica con los hombres que son maltratadores. Nosotros realizamos un estudio, una Maestría en Psicología Jurídica, y encontramos que los hombres maltratadores tienen problemas para reconocer las expresiones corporales de sus esposas o compañeras; ven a la mujer y empiezan a golpearla y al verla asustada, no pueden parar, piensan que ellas inician el episodio de violencia y las golpean más; uno se pregunta por qué no se detienen frente a esa expresión de susto; con estas personas es necesario trabajar en su empatía y seguramente esto tendría un impacto sobre la disminución de la violencia. Sin embargo, trabajamos mal, porque nos centramos en lo tradicional de la intervención y no en retomar las investigaciones sobre neurociencias emocionales, cognición social y teoría de la mente.

Encontramos personas cuya expresión facial es muy difícil de leer; al respecto creo que, generalmente, las mujeres somos mejores para leer las expresiones verbales o no verbales, a los hombres hay que entrenarlos un poco más en dicho reconocimiento.

Algunos estudios muestran que hay mayor expresividad de la cara izquierda que derecha, no crean mucho en esto; pero sí hay estudios que revelan que existen unas microexpresiones y regiones de la cara que son más expresivas que otras; uno debería centrarse más en mirar y reconocer unos lados más que otros, pues existe más probabilidad de reconocer la emoción, la expresión en la mitad superior que en la mitad inferior de la cara; si alguien les está mintiendo, mírenlo directamente a los ojos y sabrán realmente qué dice.

La otra tarea para evaluar es a través de historias, y una de ellas dice: Toda la clase tomó parte de una competencia de cuentos; Emma, realmente quería ganar. Mientras esta no estaba en el colegio se anunciaron los resultados de la competencia. Alicia fue la ganadora; al día siguiente Alicia vio a Emma y le dijo: “Lo siento por tu cuento” y ella le dice: “¿Qué quieres decir?”, “¡oh nada!”, dijo Alicia. Esta es una de las historias de un test que se denomina Faux pas o Test metida de patas, y aquello que dice Baron-Cohen al respecto es que una metida de patas requiere que alguien diga algo inapropiado, pero no con mala intención; como Emma no sabía que ella había perdido, Alicia fue imprudente, pero ella no lo hizo con mala intención.

En ciertos estudios encontramos que los niños con autismo, las personas con esquizofrenia o con algunos tipos de demencias presentan dificultades para reconocer las ironías, las mentiras, los engaños; por eso, los niños con trastornos —ahora se trabaja mucho con el espectro autista— tienen dificultades para relacionarse y se vuelven agresivos, porque no saben leer las emociones, como las ironías o los chistes de doble sentido, es decir, hay una carencia en la habilidad comunicativa. Si fuésemos siempre planos, nos aburriríamos en una conversación; por eso necesitamos reconocer ironías, chistes, porque eso dinamiza una conversación, y los estudios se centran en ello, en la importancia del lenguaje, en el desarrollo de la teoría de la mente, en el juego simulado; por ejemplo, el caballito ayuda al desarrollo de la teoría de la mente en los niños más pequeños.

En concreto, la teoría de la mente nos sirve para reconocer las intenciones, para comprender y comprometernos con otros en ser más empáticos y parece que frente a la actividad de los otros se activan ciertas regiones en nuestros cerebros.

neuronas Espejo

Finalmente, abordamos de manera breve las neuronas espejo, un tema que nos ha empezado a apasionar, pero del que realmente todavía existen muchas limitaciones. Estas consisten en unas neuronas motoras encontradas en el cerebro del mono macaco; se realizaron unos experimentos para que los monos imitaran acciones y se observó que en el cerebro, si uno se movía, se activaban en el cerebro del mono las mismas regiones, y a esto lo denominaron neuronas espejo; es decir, se activa el mismo grupo de neuronas cuando yo hago o veo que el otro lo hace, pero en seres humanos estas todavía no se han encontrado; sin embargo, el hecho de que no se hayan encontrado no significa que no existan, tal vez nos faltan más investigaciones para saber si nosotros también tenemos neuronas espejo.

Esas neuronas se activan en varios aspectos; al parecer, se contagian la risa y el bostezo, porque nuestro cerebro se activa frente a ciertas acciones en los otros; uno ve a alguien que está atacado de la risa y uno termina igual y no tiene ni idea de por qué se ríe, también sucede con el llanto. Las investigaciones las inició Giacomo Rizzolatti et al. (1990, 2000, 2001) con monos; luego continuó Marco Iacoboni et al. (2005), que es quien más ha desarrollado estudios sobre estas; él observó que en el cerebro del mono se activaba la misma región cuando el mono y el investigador tomaban la banana.

La hipótesis que existe al respecto es que en ello están involucrados procesos de aprendizaje simples, a través de la observación y la imitación; los niños aprenden a hablar y utilizar algunas expresiones faciales de acuerdo a la manera en que los otros lo hacen; el bebé imita los movimientos de la boca de la mamá, del papá o del adulto que le habla, para luego desarrollar los mismos movimientos y producir sonidos que tengan sentido.

En el caso de los monos, se encontró relación con conductas ingestivas y comunicativas; es decir, cuando mueven la boca o comen; las neuronas espejo también se han vinculado con el tema de la empatía; por eso, cuando vemos a alguien llorar profundamente terminamos llorando, porque somos empáticos y solo en teoría tendríamos neuronas espejo, que al parecer se activarían frente al dolor del otro, pero reitero, hay estudios que muestran que no se encuentra evidencia de la existencia de dichas neuronas en el cerebro humano; ello debido, quizás, a que no hemos obtenido la técnica adecuada.

Respuestas a los asistentes

En la sección de preguntas la doctora Carolina Gutiérrez de Piñeres se refirió a los siguientes temas:

Técnicas psicológicas para aprender a expresar emociones

Es un tema que todavía no está bien explorado, pero se ha encontrado que sirve hacer teatro; algunos psicólogos lo trabajan, pues además aprendieron teatro y les enseñan a sus pacientes a expresar las emociones. El asunto es que en esas investigaciones se enseña, por ejemplo, cómo se ríe la gente, pero el psicólogo lo puede hacer como mímica, no sintiendo; sin embargo, el paciente al menos aprende a reconocer en él y en el otro, porque aquello que finalmente concluyen estas investigaciones es que si yo no soy capaz de reconocer y expresar las emociones en mí, difícilmente lo voy a poder hacer con otros.

Toma de decisiones en la cognición social

La base de la toma de decisiones es la cognición social; para saber qué hacer en una posición determinada, necesito adquirir la habilidad y competencia de leer el contexto, porque si no lo puedo leer, tendré una limitación en la toma de decisiones; por lo tanto, no creo que estén relacionadas directamente, no es que la toma de decisiones haga parte de la cognición social, pero sí la facilita, lo cual es un proceso más atribuido a las funciones ejecutivas.

Mecanismos de enseñanzas para desarrollar la cognición social

En la pedagogía se han dejado de lado las emociones y la cognición social, y para enseñar esta última, las mejores estrategias son los juegos; por ejemplo, en los niños más pequeños, el de las escondidas, el de simular la casita, el caballo inventado, todos tienen que ver con el aprendizaje de cognición social y poco a poco se puede entrenar el nivel cognitivo. Se les asignan tareas como las de Emma y Alicia; en esta historia una de ellas gana el cuento, y de acuerdo a ello se les enseña cuál es el comportamiento más apropiado y, en otros casos, cómo conocer una ironía, una metida de patas. Hay estrategias, pero también creo que nos hace falta mucho; sabemos cuáles son las dificultades y dónde se ubican en el cerebro; sin embargo, nos falta empezar a desarrollar modelos de intervención para mejorar las competencias de cognición social.

Pérdida de memoria y sentimientos

Aquí se debe diferenciar algo, una cosa es la capacidad para expresar y otra es la de reconocerse. De la capacidad para expresar, muchos autores han dicho que es prácticamente innata; es decir, a pesar de que se tengan problemas de memoria, de miedo, rabia puede permanecer la facilidad para expresar esas emociones en el tono voz, en las expresiones corporales, sobre todo las que llamamos primarias: temor, rabia, felicidad. En cuanto al reconocimiento en el otro, existe un debate; la pregunta es bien compleja porque la pérdida de memoria se debe a muchos aspectos, entonces ello dependería si fue debido a un traumatismo, a una demencia, y a qué región y tipo de memoria nos referimos.

Hay emociones que puedo reconocer, porque si no es así, no me puedo seguir comunicando, ya que es un reconocimiento innato; hay otras emociones que tendrán mayor dificultad en cognición social; expuse que existen estudios que señalan que los pacientes con demencias frontotemporales presentan dificultad en el reconocimiento de las emociones en los otros; por lo tanto, la respuesta es que sí se puede ver afectada.

Aporte de las neurociencias emocionales a la solución del conflicto armado

Las neurociencias se han centrado en pacientes que tienen lesiones, daños o traumatismos, pero hemos dejado de lado el funcionamiento dirigido a personas normales, y nos sirve, por ejemplo, para saber que una persona —hay estudios sobre esto— con estrés postraumático, seguramente desarrolla una alteración neurocognitiva, neuroemocional, neurosocial, lo cual ocasiona cambios en su comportamiento, su afecto, en sus pensamientos y habría que trabajar desde ahí.

En el tema que expusimos, si se pretende seleccionar a las personas que trabajarán con víctimas del conflicto e inclusive con desmovilizados, se exige un buen desarrollo de cognición social y de la teoría de la mente; imaginemos a un psicólogo que carece de estos conocimientos y trabaja con un desmovilizado, desde su sentido común, juzgándolo; ¿cómo podrá trabajar con esa persona, si no reconoce que esa persona es un ser humano, al que también hay que ayudar? Igual ocurre con las víctimas, y preguntarse como terapeuta, orientador o acompañante en procesos psicosociales, ¿cuáles son los efectos neurocognitivos, neurobiológicos, neuroemocionales en personas que han estado en el conflicto? Hay estudios aplicables al conflicto armado, y es el de esos niños que ingresaron a la guerrilla desde los diez u once años y su cerebro todavía está en proceso de desarrollo, ¿qué ha pasado con esos niños que hoy son adultos y que llevan toda la vida en la guerra y no conocen nada diferente? Hay que mirar cómo se afectó su cerebro, cognitiva y emocionalmente, para ver cómo se pueden recuperar.

En algunos casos, en los trabajos con psicópatas, nos dicen que fueron niños maltratados en la infancia y luego desarrollan psicopatía; no se puede revertir ese proceso porque uno de sus mayores efectos es estructural; por ejemplo, las amígdalas cerebrales (relacionadas con la percepción del miedo y la empatía) no se desarrollan adecuadamente; hay alteraciones en el desarrollo del lóbulo frontal que ya no se pueden revertir, pues estructuralmente aquello que no creció, ya no crecerá. Tendremos que mirar cómo está el cerebro de esas personas para saber cómo trabajamos con ellos, lo cual también es un reto.

Con los niños que tienen déficit de atención, —con o sin hiperactividad— ocurre que los profesores, cuando un niño se aleja de su puesto, lo diagnostican y le dicen desobediente, desordenado, o le llenan el observador al alumno de registros negativos; así, ese niño nunca saldrá de su situación. Lo mismo pasa con los niños víctimas del conflicto armado, que lo único que tienen en sus cabezas es crecer para vengar la muerte de su papá, de su mamá o hermanos.

Límites culturales tiene la neurociencia emocional

Hay emociones que biológicamente parecen ser innatas y necesarias; necesitamos aprender a reconocer el miedo, la ira, la tranquilidad, porque son transversales a todos los humanos; por lo tanto, en ese caso no influiría la cultura, pero lo importante no es qué siento, sino cómo lo expreso. En mi opinión, la importancia de enseñar desde lo transcultural e incluirlo en el estudio de las neurociencias emocionales es la forma en que cada persona aprende a expresar sus emociones y a reconocerlas en los otros. Los chistes de doble sentido no son iguales en español que en inglés, porque son definitivamente culturales; además, recordemos que el lenguaje, en últimas, es una expresión cultural; es decir, es importante incluir el aspecto transcultural en esto.

Emociones, neuronas espejo y aprendizaje

Sobre las neuronas espejo aún no existen estudios suficientes; por lo tanto, hay quienes dicen que están involucradas en el aprendizaje, reitero, en aprendizajes sencillos, y no en los complejos. Los que se basan en imitación, como por ejemplo, gatear, caminar, a veces vemos a una mamá y a sus dos hijas, y las tres caminan exactamente igual; nos preguntamos ¿de dónde lo aprendieron? No podemos responder que es porque comparten las mismas neuronas espejo; claramente afirmé que estas se encontraron en estudios de animales, pero no en personas.

Comportamiento no verbal

Frente a esto, sugiero que los psicólogos tengan mucho cuidado, porque nos hemos creído expertos en interpretar el comportamiento no verbal, y a partir de eso, decimos cómo es una persona; estudios, por ejemplo, de neurolingüística leen un poco las expresiones no verbales. Pero dichos estudios tampoco están muy avanzados; por ello hay que tener mucho cuidado; la lectura en el otro nos sirve para adaptar nuestro comportamiento, pero les pido cuidado cuando interpreten para luego tomar una decisión; por ejemplo, en mi trabajo en Psicología Jurídica y Psicóloga Forense tuve que leer un informe de Fiscalía que decía: La niña miente, porque durante toda la entrevista se la pasó moviendo la pierna; estas afirmaciones son muy peligrosas porque no hay un estudio serio que indique que cuando una persona realice una acción está mintiendo​.

El cerebro solo puede procesar aquella información que percibe; entonces, si la realidad que me muestran es una, es sobre esta que puedo basar mis acciones, comprensiones y emociones; si la realidad que me muestran es otra, pues será lo contrario; por lo tanto, en este caso, uno debería tratar de analizar todos los puntos de vista y de acuerdo a ello tomar la mejor decisión de cuál será mi comportamiento social, y para ello debemos tener en cuenta que hemos analizado varias opciones, sin quedarnos con la posición de un canal u otro enfoque. Si como psicóloga intervengo a nivel psicosocial, mi responsabilidad es enterarme de todos los puntos de vista y tomar una posición científica, no personal, porque una cosa es lo que soy como persona y otra como psicóloga; los psicólogos no podemos actuar desde el sentido común, por fuera de la profesión sí. Esta es mi invitación, no creer en una u otra versión, escucharlos a todos y tomar una decisión basada en mis aprendizajes previos. En el aspecto de la manipulación, eres tú el responsable de que no te manipulen, no el otro, por eso debemos analizar todos los puntos de vista.
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Este artículo es extractado de la fuente siguiente:

PSICOLOGÍA Y NEUROCIENCIAS. ACERCAMIENTOS Y APLICACIONES. X1 CÁTEDRA COMBIANA DE PSICOLOGÍA. MERCEDES RODRIGO. Págs. 87-108




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LECTURA COMPLEMENTARIA

https://www.psyciencia.com/neurociencia-cognitiva-y-regulacion-emocional/ ____________________